Esta
historia trata de un niño que se hacía pasar por un vampiro. Pero,
en realidad, no lo era. El día que mejor se lo pasaba era el de
Halloweeen que se vestía de vampiro. Su casa la decoraba de
calabazas, velas, arañas de plástico y pintaba de pintura roja
parecida a la sangre. Los niños cuando iban por las calles pidiendo,
al llamar a la la puerta se asomaron por una ventana que tenía. Al
ver tantas velas, sabanas rotas colgadas en la lámpara se
asustaron y se fueron.
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