Érase una vez un grupo
de amigos que salieron en una noche de Halloween, cada uno llevaba
un disfraz diferente, uno iba de fantasma, otro de momia, otro de
vampiro y el más gordito de
calabaza. Iban tocando todas las
puertas de las casas para conseguir caramelos, hasta que
llegaron a
un callejón muy oscuro en el que al fondo había una casa muy
grande, ninguno se
atrevía a ir hacia la puerta y decidieron
echarlo a suertes, le tocó a la calabaza.
Con mucho miedo se acercó
hasta la puerta y a punto de arrepentirse tocó el timbre, salió
una
vieja bruja con una nariz bastante larga, despeinada y con un
gato al hombro . Los niños se
asustaron, calabaza intentó escapar
pero la bruja lo agarró por detrás y le dijo buenamente:
“ ¿a
qué venís niños?” si queréis caramelos pasad a mi casa, os daré
un puñado para cada uno.
Los niños entraron con bastante miedo y
vieron que en el centro de la casa había unas
escaleras que
llevaban hasta la habitación de la bruja, allí estaban los
caramelos en un cajón de
madera , cuando los niños estaban
entretenidos cogiéndolos, de repente, se cerraron las
puertas y
ventanas de toda la casa, ¡era una trampa!. No había sitio por
donde escapar, los
niños estaban atrapados y temblando de miedo.
Todos pensaban que iban a ser comidos por la
bruja, estaban
abrazados unos a otros y a punto de llorar cuando, de pronto, se
encendieron
las luces y apareció un montón de gente gritando
“SORPREEEESAAAA.....” , los niños podían respirar tranquilos,
sus vecinos y sus padres les habían gastado una broma pesada.
Lo
que parecía una terrible pesadilla se convirtió en la mejor fiesta
de Halloween que podían
imaginar.
David Sánchez Carrizo. Alagón del Río, 3º de Primaria.
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